Revista Latinoamericana de Difusión Científica
Volumen 4 – Número 6 - ISSN 2711-0494
Perla Eloísa Crespín Quimí // Relaciones intertextuales entre La casa de los espíritus… 235-256
Volviendo a Dulce Olivia, decíamos que después de la desaparición física de
Dominga de Adviento dentro de la novela, este personaje que se escapaba todas las
noches, asume la responsabilidad, sin que nadie se la asigne, de mantener en orden la
casa; durante la noche y a escondidas entra sigilosa para cumplir con todos los quehaceres
domésticos.
Para todos, era un verdadero misterio quién colocaba todo en perfecta armonía.
Todas las mañanas el orden de la casa era una novedad dentro del realismo, “el marqués
no supo nunca, ni lo supo nadie, en qué momento Dulce Olivia había dejado de ser ella, y
sólo seguía siendo una aparición en las noches de la casa” (García Márquez, 1994: 135).
Más adelante, el marqués conocería que quien realizaba aquellas cosas era Dulce Olivia;
el reencuentro entre estos dos personajes permitió que aflorase el amor inocente de antaño,
pero de una forma más tradicional, como de aquellos matrimonios que han durado muchos
años. Respecto a Dulce Olivia, ella es un personaje que se encuentra presente entre lo real
y fantástico, manteniendo su inocencia, tras su muerte seguía presentándose con frenesí
como la señora de la casa.
Arrebatado por una fuerza demente corrió en busca del marqués. Empujó el
portón sin tocar y entró en la casa desierta, cuya luz de dentro era la misma de
la calle, porque los muros de cal parecían transparentes por la claridad de la luna.
La limpieza, el orden de los muebles, las flores de los canteros, toda era perfecto
en la casa abandonada. El quejido de los goznes había alborotado a los mastines,
pero Dulce Olivia los calló en seco con una orden marcial. Cayetano la vio en las
sombras verdes del patio, hermosa y fosforescente. Con la túnica de marquesa
y el cabello adornado de camelias vivas de olores frenéticos.
“
“
En el nombre de Dios: ¿Quién eres?”, preguntó.
Un ánima en pena” dijo ella. “¿Y usted?” (García Márquez, 1994: 14).
Dentro de los personajes secundarios, que pudiésemos considerar por la magia y lo
místico de sus acciones, se encuentra el padre Tomás de Aquino de Narváez, figura de
autoridad moral y religiosa de la población esclava. Su intervención tiene relación con el uso
de lenguas y los rituales africanos, mediante el cual, se establece un sincretismo entre él y
Sierva María, que finalmente lo lleva a concluir que ciertamente para él -al igual que para el
padre Cayetano- ella no estaba poseída, sino que ante el abandono y el desinterés de sus
padres, ella había adoptado comportamientos y costumbres propias de la población negra
a la que él pertenecía y con la que convivía, por ello le era fácil reconocerla a simple vista y
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